"Para educar hay que escuchar. ¿A quiénes? A los que van a ser educados. ¿Por qué? Porque no son muebles, sino seres humanos, inteligentes y libres, protagonistas de su propia educación." Para educar hoy por hoy en CHile, debemos impulsar el arte de escuchar. Arte es, por definición, una "Virtud, disposición y habilidad para hacer algo" (RAE, entidad que a muchos les hace falta en su deambular por internet); por consiguiente, el arte de escuchar es una virtud rara en nuestras aulas.
Y si hablamos de virtudes raras, y por tanto escasas, el escuchar se ha convertido en un animal casi extinto en la sala de clases, pero no tanto en los alumnos como en los docentes, los cuales han olvidado (quiero creer que es así y no que lo obvian con descarado disimulo) que cada ente en su sala tiene algo que decir, opinar, hablar, enumerar, contar... son infinidades las posibilidades, ´mas no las instancias de diálogo.
Nos convertimos en reproductores de conocimiento (sí, de aquellos que proponía la más añeja Educación, la de los positivistas), simples máquinas de fotocopiado cognitivo, fuentes nacidas de una mala copia de wiki; es lamentable, colegas, pero al parecer nos estamos equivocando, olvidando que son ellos, los alumnos, los que ponen las reglas: nosotros nos adaptamos. He ahí la real astucia del docente.
El arte de escuchar radica en un acto simple, casi natural: usted cierre la boca y abra los oídos, extienda la comprensión más allá de lo explícito y busque un poco más dentro de lo evidente. ¿Complejo? Imagine como es para alguien que aún no pisa la Universidad.
Entendamos que esto no es una competencia por ver quien sabe más: simplemente es buscar el camino conjunto al conocimiento.
Limite sus funciones motoras a escuchar, es más fácil de lo que cree.
Y si hablamos de virtudes raras, y por tanto escasas, el escuchar se ha convertido en un animal casi extinto en la sala de clases, pero no tanto en los alumnos como en los docentes, los cuales han olvidado (quiero creer que es así y no que lo obvian con descarado disimulo) que cada ente en su sala tiene algo que decir, opinar, hablar, enumerar, contar... son infinidades las posibilidades, ´mas no las instancias de diálogo.
Nos convertimos en reproductores de conocimiento (sí, de aquellos que proponía la más añeja Educación, la de los positivistas), simples máquinas de fotocopiado cognitivo, fuentes nacidas de una mala copia de wiki; es lamentable, colegas, pero al parecer nos estamos equivocando, olvidando que son ellos, los alumnos, los que ponen las reglas: nosotros nos adaptamos. He ahí la real astucia del docente.
El arte de escuchar radica en un acto simple, casi natural: usted cierre la boca y abra los oídos, extienda la comprensión más allá de lo explícito y busque un poco más dentro de lo evidente. ¿Complejo? Imagine como es para alguien que aún no pisa la Universidad.
Entendamos que esto no es una competencia por ver quien sabe más: simplemente es buscar el camino conjunto al conocimiento.
Limite sus funciones motoras a escuchar, es más fácil de lo que cree.
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