Fumum Vendidi

Obituario: Fumum Vendidi, sobre placa de mármol y sin marcas.

"yo no se lo que es el destino caminando fui lo que fui alla Dios que sera divino yo me muero como vivi"

Cada vez que me hablan del destino, me niego a creer que de tantos caminos a andar, sea uno solo el que me esté prefijado. Y es que cada vez que me hablan de destino, miro a mi lado y me doy cuenta de lo paradójico que es que 5 hayamos escogido recorrer el mismo tramo del camino. Extraño.

Recuerdo la primera imagen asociada a cada uno de ustedes: recuerdo a Nelson con cara de extrañado, esperando ambos una reunión que, como siempre, tardan en llegar; recuerdo a Claudio en un salón grande, con un hombre calvo (o casi calvo) que nos hablaba de aquello que definiría nuestra vida en la Universidad; recuerdo a Diego, con sus bromas y sus chanzas, con su hablar impertinente (¡como olvidarlo!), pero de palabras tan precisas aquella noche cerca de la cordillera, aquella noche en que esto tuvo un nombre; también recuerdo a Daniel, la mañana en que me dijeron que habría menos espacio en la casa, tanto como también hubo un espacio menos en el corazón, llenado por tu llegada.

Si me hablan de destino, lo aprendí a conocerlo junto a ustedes, sin creer en él como tanto tiempo negué la presencia del primero y el último de nosotros; si me hablan de destino, responderé que se conoce solo cuando se tiene a personas como ustedes al lado; si me hablan de destino, diré que lo hemos conocido en el fondo de los vasos, en el fondo de las penas, pero también en el fondo de las alegrías mayores, de esas que marcan y se recuerdan aún en los peores momentos.

A final de cuentas, si el destino existe, fue lo suficientemente inteligente para ponernos en el mismo camino; de caso contrario, estaríamos un paso más cerca del Holocausto.



23:49

Espejo de cuatro pistas

Creado por HelmouD

Cuentan que cuando Alicia cruzó el espejo no encontró lo relatado por Carroll, s no un mundo similar al suyo, sólo que los corazones latían en el lado derecho del pecho; y es que Lewis mintió y nos mostró otro País de las Maravillas.

Luego de cinco días de Calcuta (de este Calcuta, no del otro, de ese que queda cruzando el mar) me doy cuenta que muchos fuimos los que cruzamos el espejo: el espejo de nuestra ignorancia, de nuestra desilusión, de nuestra mezquindad, el espejo de nuestra vulgar supremacía, el espejo de nuestra propia miseria. Luego de cinco días m percato que Calcuta no sigue la línea del lavado ni de la mentira feliz, me percato de que Calcuta es el paso necesario, es el sueño inconcluso, el sueño colectivo que ya tiene tintes de proyecto.

Calcuta no es un simple nombre de palabras huecas, Calcuta es una identidad multiforme e indefinida, configurada por quienes participan en ella y la viven. La verdad, es que si es un nombre; sus componentes son las que la hacen única e irrepetible, lo que hacen poner en ella lo mejor de ti, pero también tus zonas oscuras, aquellas que temes, aquellas que ocultas, pero que inevitablemente forman parte de ti y sin las cuales no serías lo que hoy eres. Calcuta es por ella una vivencia, una parte de la vida misma, y que como ella, no podemos antelar ni preveer.

Cada ocasión que cruzamos ese largo espejo de cuatro pistas, nos sumimos en una realidad en ocasiones extraña, en ocasiones hermosa, que nos hacia asomarnos al pozo de nuestras propias miserias, en el que habita lo que no somos, pero que pudimos ser, en el que vemos muchas veces lo que no queremos ser; paradójicamente, ese también es el pozo de nuestros sueños, en el que vemos atisbos de luz, retazos de futuro, pedacitos de aquello que querríamos ser y que amaríamos hacer, con esa fortaleza, esa alegría, esa devoción, que en ocasiones tiene dos años y se llama Sofía, o que ya pasa los cuarenta y su nombre es igual al de tantas Marías.

La única conclusión que puedo obtener después de recibir tanto es que quizás Lewis nunca conoció este País de las Maravillas en el que la única diferencia es que el corazón nos late a lados distintos del pecho.

“Con amor y cariño para los que soñamos con cruzar siempre el espejo”

15:00

Caleta

Creado por HelmouD

Si es verdad que no se puede quere fantasmas, es cierto también que querer es un fantasma; algo ilógico pero cierto en su escencia. Yo no encuentro un alma que querer, pero tampoco hay un alma que me quiera. Las convenciones no son mi realidad, la realidad no es una convención para mí pues ¿que es real sino aquello que queremos que sea? La realidad de querer es una realidad inconclusa, una realidad de buena suerte, una realidad frente a un mar que se desborda, que se achica y se vuelve gigante en un instante, en una hora, en un destino.

La intrínseca mentira de ser feliz

¿Recuerdas aquella noche de frío ?

Estaba helado, una brisa fresca nos recordaba donde estabamos. Dijiste que querias sentarte y yo no supe hacer otra cosa que coger la banca que de milagro apareció a un tu lado. Tú mirabas y hablabas, yo miraba y escuchaba, tu reías y yo reía, tu seguías mirando y yo veía como el mar se desbordaba, veía las olas crecer y acercarse para luego desaparecer entre otras que reventaban a nuestros pies.
La arena temblaba no se si de frío, no se si de miedo; tu reías y el mundo daba vueltas sobre mi hombro derecho. La ola se acercaba inexorable, temible, quejumbrosa coronada por una luz de quien sabe que realidad. Desaparecía para aparecer más temible al segundo exacto de tu risa, inundando mis miedos, punzante y majestuosa.
Dijiste que nacía la amistad y yo la a ví crecer y morir junto a la ola que se paseaba frente a mis ojos y que como ella, renacía a cada instante. Temíamos que se acabara como se acaba la noche, temimos y nos reímos del temor. Pensé en disparates propios de la locura, pero me dí cuenta de que todo es locura y realidad, verdad y mentira, la mentira eterna de que intrínsecamente estamos destinados a la felicidad... yo lo creí.

¿Recuerdas aquella noche de frío?

21:18

Amores de barra... pista, baño, mesa

Creado por HelmouD

Dice un buen amigo mío que en los bares se puede encontrar distitos personajes; el chico de barra (que se sienta pacientemente a esperar que alguna muchacha se acerque a comprar o se siente... un cambio de luces, y listo!), el chico de pista (el que impresiona más por la facha que por la palabra; de todas formas, no se escucha mucho, por lo que los primeros 5 segundos son críticos), el chico de mesa (ese que deambula de mesa en mesa, que brinda con medio mundo, que agradece los aplausos y saca más d euna sonrisa; el mismo que cuando define con quien estar, se aperna a una mesa y no se levanta más), sumados a otros menos agradables (comparativamente hablando, se entiende) como el chico de baño, aquel que se instala en la puerta del baño de mujeres a esperar que algo caiga, ¡por amor de Dios!

Recuerdo a un amigo mío, muy asiduo a los bares (de esos muchachos que conocen tantas historias como bares), y cuyo mayor gusto eran los tequilazos y el ron... fatídica pareja, caña asegurada (por lo que me han contado, nada personal) y mujeres... quizás. La rutina (me decía cada vez que podía) después de todo, es simple: con quien te acuestas no te levantas; siendo siempre caballero, dos besos le pegas a la vuelta de la primera ronda; poco le hablas, mucho la miras y de camino...

El mal de los alcoholes es que no te dejan ver lo que los disfraces ocultan debajo y este tipo no espabila que con el tiempo iba a peor, que en ocasiones quedarse en casa es lo mejor. Podrán imaginarse lo que ocurre con un cuadro así: un ron, quizás dos, y con el tequila todo va a mal; dos miradas, una copa más, un par de palabras cruzadas y luego al hotel. El problema de esto no es el cariño, ni las caricias si no la mañana: cuando te das cuenta de que una mujer es mucho más que una linda fachada... más cuando no es mujer de nacimiento.

Moraleja: las conquistas de barra, mesa, pista o baño, tarde o temprano, terminan mal.

19:06

Diálogo de sordos

Creado por HelmouD

El día se me ha transformado en un diálogo de sordos. Escuchas. Te escucho. Hablo. Tu hablas. Nos hablan. Entre el barullo de tanta gente que te rodea y sofoca el poco espacio que te queda en tu metro cuadrado, no es difícil entender lo angustioso que es perder el silencio.

Ser sordos (pues el que tenga oídos que escuche, el resto solo se evade) nos evitaría algún problemilla, nos quitaría el conflicto de escuchar más allá de lo correcto (me ahorraría, en definitiva, el comprar tantas pilas al mes, pues no necesitaría el MP3) y de lo que es necesario. Quizás también nos enseñaría ver más, a hablar más, (¿Se imaginan un debate entre sordos?), a sentir más. Pero también nos restriguiría cierto grado de libertad, el estar siempre un paso más allá, el aventurar más y también el arriesgarse más, pues en definitiva cada uno se deja imponer los límites de lo justo, de lo correcto, de lo necesario, al menos en cuanto a lo que se "debe" escuchar.

¿Ha hecho el ejercicio de escuchar lo que se dice a su alrededor? No pido que ponga especial atención a la conversación de al lado (no se transformará en una farandulín andante, olvídelo), peor sí que integre un poco más la idea de empatía; le sorprenderán los resultados, más si logra sacar algo de provecho de ello, como por ejemplo, que sus problemas y complicaciones no difieren mucho del resto de gente que lo rodea. Sé que el concepto de ser único e irrepetible se diluye ante esto, pero no hablo de igualdad, si no de equivalencia.

La vida es así, con altos y bajos, gordos y flacos, simpáticos y otros no tanto; sin variedad no hay vida que valga la pena vivirla. No queremos ser más un ladrillo en la pared, idénticos a otros tantos ladrillos (respetando las diferencias y pidiendo las disculpas pertinentes a los señores ladrillos por tan vana comparación), queremos ser formas constantes e independientes (esto me huela a que algo se me ha colado de me mi trabajo de los últimos meses en la forma en que escribo, más cuando es este año de elecciones... personales, se entiende), capaces de oír cuanto queramos sin transformar el diálogo en nada más que eso: diálogo.

Cuando el diálogo de los sordos se vuelve eterno, no queda más que simplemente pasar sin deternos a lo que el otro quiera decir. Cuando no es así, creo que comienza la vida.