Fumum Vendidi

Obituario: Fumum Vendidi, sobre placa de mármol y sin marcas.

15:35

Fuga

Creado por HelmouD

para Nelson, mi hermano, y todos aquellos con los que más de una vez he compartido un viaje en bus...

Existen ocasiones en que todos quieren escapar: Algo cotidiano podría ser viajar de un lugar a otro en autobús, pero menos común es recorrer la ruta Lota-Concepción en donde los buses son cómodos, amplios, con atención de lujo y la gente solo piensa en disfrutar... toda una utopía que como tal, se jacta de no ser real.

Aproximadamente son 60 minutos de viaje hasta Concepción desde Lota; paisaje colorido, variada gama de colores, multiforme y el sonido ameno del chofer invitando cada cinco minutos a los estudiantes a ceder el asiento; son las siete treinta de la mañana, y sentirse como una sardina es algo común a esta hora.

Los pasajeros se encuentran muy cerca unos de otros: sus espaldas chocan, los brazos cuelgan del pasamanos, algunas cabezas se acomodan bajo los codos de su vecino y las piernas se entrecruzan, chocando y pisando... mal que mal el pasillo es para dos (según el chofer). Es tal la proximidad, que ni siquiera es necesario sujetarse para evitar moverse en cada frenada o acelerada del bus: las fuerzas opuestas entre un cuerpo y otro lo evita, la inercia se anula y vemos nuevamente lo sabia que es la naturaleza y cuanto nos estima al evitar nuestras caídas y posibles piruetas.

Todavía el bus serpentea entre los cerros lotinos, aquellos que tienen ese aire a Valparaíso pampero, que alguna vez fue y que ya no volverá a ser. Sus casas volátiles, afirmadas de un palillo para no caer al vacío, con sus formas de buque varado o terremoto reciente, de desgracia inminente... y más gente apretujándose para subir al bus; lastima que todavía no creen una ley que permita subir pasajeros en el maletero o en la parrilla o incluso en la guantera pues cualquier espacio es bueno para ganar dinero.

Al igual que el espacio al interior de la máquina, el tiempo también se hace pequeño, reducido y hay que alejarse a toda prisa de casa pues la tentación de bajarse y volver a dormir es grande, pero ya está el vehículo saliendo de Coronel y tomando velocidad en línea recta al terminar Lagunillas y dejar atrás la última esperanza de captar algún pasajero perdido o atrasado, salvo que tenga el puerco pase escolar: mal que mal son $200 más (y no menos), pero si se puede evitar es aún mejor pues así el conductor tendrá un motivo menos para gritar.

La mezcla de colores y formas se vuelve difusa debido a la velocidad y quizá al ahogo que pesa entre los viajeros matutinos. Los aromas también se mezclan: manzana, cítricos, olores marinos, pachulí... todo es uno y uno es todo; se mezclan de tal manera que ni siquiera la próxima fetidez de las industrias pesqueras y químicas puede interrumpir el mágico momento de tan soberana unión. Es tan intenso ese momento, que por instantes la gente olvida el largo viaje y piensa por un instante fugaz en su hogar y en el pronto regreso a casa y de paso olvidan el vaho que flota en el aire.

Pero hay algo que llama la atención más que el olor: que a pesar de que se mezclan cuerpos, aromas y voces, nadie mira a nadie, nadie siente compasión de nadie ni siquiera por el chofer o su ayudante, ni por la anciana de pie y ni por el hombre que comienza el día con la derrota y el agotamiento dibujado en el rostro; ni siquiera por la máquina que pide a gritos un descanso y unas buenas vacaciones, bien merecidas pero nunca pagadas. La fuga ha concluido. Un puente cruza un río que tuvo días mejores, llega a una ciudad distinta a aquella que ha quedado 40 kilómetros y no es de Lota de donde todos escapan sino del bus, su chofer y su ayudante.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

MILES DE RECUERDOS TRAJISTE A MI MEMORIA, RETROCEDI UN POCO EN EL TIEMPO Y VOLVÍ A SUBIRME A ESE BUS, UNA DE LAS ÚLTIMAS PASAJERAS, EN LAGUNILLAS Y CON PASE ESCOLAR JAJA.